Día Viernes. 7 PM. Metro de Santiago. Veo rostros cansados, esperando llegar con rapidez a sus hogares. Quieren descansar, hecharse y ver televisión. Algunos talvez ni siquiera puedan hacer eso y deben seguir trabajando. También pueden querer salir con los amigos, dejar atrás el agobio de la semana, olvidar la rutina mediante el alcohol, la música, la fiesta. Se esforzarán por no pensar en el día Lunes, en volver al trabajo, al colegio, a la universidad. Disfrutarán un par de días, un fin de semana. Y luego volveran a la rutina, a lo mismo. ¿Por qué? Porque así es la vida. ¿Estás seguro? Eso me enseñaron. Estudiar, trabajar, tener familia. ¿Y para qué? ¿Por qué? ¿Por qué no hacer lo que yo quiero? ¿Por qué no vivir como yo quiero vivir? ¿Por qué tengo que hacer lo que otros me dicen? ¿Por qué tengo que ser normal, común, igual que el resto? Si la vida ya está determinada; si mi futuro ya está definido; si no puedo ser diferente, entonces para qué vivir, mejor matarse.
Se abren las puertas del Metro. Me bajo. Miro hacia atrás. Miro esos rostros, esas personas, esos cadaveres andantes. Que triste su existencia. Vuelvo la mirada y sigo mi camino. ¿Qué camino es ese? El que yo quiera.
Se abren las puertas del Metro. Me bajo. Miro hacia atrás. Miro esos rostros, esas personas, esos cadaveres andantes. Que triste su existencia. Vuelvo la mirada y sigo mi camino. ¿Qué camino es ese? El que yo quiera.